Kerosene

Kerosene

El kerosene (también escrito queroseno en español) es un combustible líquido derivado del petróleo, compuesto por una mezcla de hidrocarburos de peso medio, típicamente con cadenas de carbono que oscilan entre C10 y C16. Su punto de ebullición se encuentra entre los 150 °C y 300 °C, lo que lo sitúa entre las fracciones más ligeras del gasóleo y más pesadas que la gasolina. Aunque su uso más conocido es como combustible para aviación —en particular en turbinas de reacción—, también ha tenido aplicaciones históricas y actuales en iluminación, calefacción, motores estacionarios y maquinaria rural.

Por su estabilidad, buena capacidad de almacenamiento, seguridad frente a la inflamabilidad espontánea y comportamiento energético equilibrado, el kerosene se convirtió en un recurso energético clave durante los siglos XIX y XX, especialmente antes de la masificación de la electricidad y el gas natural en zonas rurales.

Origen y características físico-químicas

El kerosene se obtiene como una fracción intermedia durante la destilación fraccionada del petróleo crudo en refinerías. Se encuentra entre el nafta liviana (usada para fabricar gasolina) y el gasóleo, tanto en su punto de ebullición como en su densidad. Históricamente, fue uno de los primeros productos en ser refinado de manera sistemática por el ser humano con fines energéticos, mucho antes de que la gasolina se volviera popular como combustible automotor.

Se caracteriza por una densidad típica de 0,78 a 0,82 g/cm³, un poder calorífico inferior de aproximadamente 43 MJ/kg y un punto de inflamación moderadamente alto, que ronda los 38–72 °C, según su formulación. Esta última propiedad lo hace más seguro que la gasolina en términos de almacenamiento, ya que su volatilidad es menor y no forma mezclas inflamables con el aire en condiciones normales.

El kerosene es miscible con otros hidrocarburos líquidos y tiene una buena estabilidad química si se almacena correctamente, aunque puede degradarse con el tiempo si se expone a humedad, temperatura elevada o luz solar directa. Su olor es característico, y su manipulación requiere precaución para evitar exposición prolongada a vapores, que pueden resultar irritantes o perjudiciales si se inhalan en grandes cantidades.

Aplicaciones mecánicas e industriales

En el contexto mecánico, el kerosene ha sido históricamente utilizado como combustible para motores de combustión interna adaptados, especialmente en regiones rurales o en entornos donde el suministro de gasolina o diésel era limitado. Si bien no es común en los vehículos automotrices modernos, su uso persiste en motores estacionarios, generadores, calefactores y sistemas agrícolas, especialmente en modelos antiguos que fueron diseñados para operar con múltiples tipos de combustibles (multi-fuel engines).

Técnicamente, puede utilizarse en motores de encendido por compresión (similares a los diésel) si estos han sido calibrados adecuadamente para compensar el índice de cetano inferior del kerosene, lo que puede provocar retrasos en la autoignición si el sistema de inyección no está correctamente adaptado. En estos casos, es fundamental realizar un precalentamiento del motor o del propio combustible para evitar problemas de arranque y asegurar una pulverización eficiente.

En el ámbito de la aviación, el kerosene ha evolucionado hacia formulaciones específicas como el Jet A, Jet A-1 o JP-8, que cumplen normas rigurosas de calidad, pureza, comportamiento térmico y propiedades lubricantes, imprescindibles para el funcionamiento seguro de las turbinas de reacción. Estas variantes incluyen aditivos antioxidantes, anticongelantes y mejoradores de estabilidad térmica, que lo distinguen del kerosene doméstico o industrial.

Por otro lado, en talleres de mecánica automotriz, el kerosene también ha sido ampliamente usado como solvente de limpieza, especialmente en el lavado de piezas metálicas con grasa, aceite o carbonilla. Su acción desengrasante, baja evaporación y relativa seguridad lo han mantenido vigente en ciertos procedimientos de limpieza, aunque su uso ha disminuido frente a solventes más modernos y menos contaminantes.

Comportamiento en combustión y consideraciones técnicas

La combustión del kerosene es relativamente limpia cuando se encuentra bien atomizado y mezclado con aire en proporciones adecuadas. Sin embargo, en condiciones subóptimas —como en quemadores mal ajustados o motores no diseñados para este combustible— puede producir humo, depósitos de carbono o una llama inestable. Su bajo índice de cetano, en comparación con el gasóleo, genera desafíos particulares en sistemas de inyección mecánica, sobre todo si se pretende usarlo como sustituto directo del diésel sin modificaciones.

A nivel técnico, no posee las mismas propiedades lubricantes que el diésel, lo que puede afectar el desgaste de bombas e inyectores si se usa de forma prolongada en motores modernos. Por ello, algunos sistemas antiguos que aceptaban kerosene como combustible requerían una mezcla con una proporción de aceite lubricante para proteger los componentes internos.

En cuanto a la seguridad, si bien el kerosene tiene un punto de inflamación más alto y es menos volátil que la gasolina, no deja de ser un combustible inflamable, por lo que su almacenamiento, transporte y uso deben cumplir normativas específicas en cuanto a ventilación, aislamiento térmico y protección contra fuentes de ignición.

Situación actual y relevancia energética

Aunque en muchos países su uso ha disminuido en favor de otros combustibles más eficientes o menos contaminantes, el kerosene sigue siendo relevante en regiones rurales, sectores agrícolas y en la aviación comercial y militar. También mantiene presencia en aplicaciones domésticas, como en estufas, lámparas y sistemas portátiles de calefacción, especialmente en zonas con climas fríos y sin acceso a redes eléctricas confiables.

Desde el punto de vista energético, el kerosene representa un intermedio interesante entre gasolina y gasóleo, tanto en comportamiento térmico como en seguridad y compatibilidad con motores adaptados. En ciertos programas de desarrollo y contingencia, se lo sigue considerando una alternativa viable para sistemas autónomos, dada su facilidad de almacenamiento, larga vida útil en condiciones adecuadas y relativo bajo costo en comparación con otras fuentes de energía líquida.

Conclusión

El kerosene es un combustible versátil, históricamente fundamental y técnicamente interesante dentro del espectro de derivados del petróleo. Su densidad energética, estabilidad y capacidad de adaptación lo han hecho útil en una variedad de aplicaciones, desde el transporte aéreo hasta la calefacción doméstica, pasando por usos industriales y mecánicos. Si bien no es común en el parque automotor moderno, su comprensión sigue siendo clave para quienes se dedican a la ingeniería mecánica y energética, especialmente en contextos donde la multifuncionalidad, la eficiencia y la disponibilidad son factores determinantes.

Para el ingeniero mecánico automotriz, entender el comportamiento del kerosene como combustible permite valorar las diferencias entre fracciones del petróleo, las necesidades de adaptación de los motores según el tipo de combustible, y los desafíos asociados a su combustión, lubricación, temperatura y volatilidad. Aún hoy, su estudio resulta útil en contextos donde se requiere independencia energética, mantenimiento de equipos antiguos o comprensión profunda del funcionamiento de los sistemas de combustión.